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sábado, 23 de febrero de 2013

La leyenda de Melusine


La leyenda de Melusine es un reflejo de la Lohengrin, porque en ambas historias, hay un secreto que debe permanecer oculto.

 
Melusine, era la hija de Elinus, rey de Escocia y del hada Pressina. Cuando crece, Melusine descubre que su padre la había visto nacer, contra los deseos de su madre. Entonces decide encerrarlo en una montaña. Su madre, el hada Pressina, le recrimina su atrevimiento y condena a su hija a convertirse en una serpiente de la cintura para abajo todos los sábados.

Un día, Melusine paseaba por el bosque Raymon de Potiers. Lusignan, la ve bañarse y se enamora de ella. Melusine se casa con él, pero le pone como condición que nunca la visite los días sábados. Los hermanos de Raymond lo convencen de que ella le es infiel: los sábados podría reunirse con un amante.

Así, creyéndose engañado, él la espía y ve su cola de serpiente. Entonces desaparece para siempre.

jueves, 14 de febrero de 2013

Penélope y Ulises


Penélope, estaba casada con el héroe Ulises. Cuando su marido partió hacia Troya para rescatar a la infiel Helena, ella lo esperó durante los diez años que duró la guerra y a lo largo de los otros diez que Ulises tardó en regresar. Durante esos veinte años, Penélope aguantó el asedio de decenas de pretendientes, tejiendo y destejiendo la tela que era el símbolo de su fidelidad. Así pudo mantenerse fiel a su marido, al que todos daban por muerto.



Sin embargo, en este caso, no hubo reciprocidad: Ulises fue infiel a Penélope varias veces a lo largo de sus aventuras, por ejemplo con Circe y con Calipso, y volvió a Ítaca, como dice Kavafis, «cargado de experiencias». Ya sabemos que la diosa de la seducción, Peitho, recompensa a los hombres cuando son infieles pero castiga a las mujeres que lo son. Penélope no cedió nunca a las muchísimas tentaciones de los pretendientes a lo largo de casi veinte años de ausencia de Ulises, y por ello fue recompensada con el regreso de su marido, a no ser que podamos dudar, como Yannis Ritsos de que aquello fuera una verdadera recompensa:

¿Por él había gastado veinte años,

veinte años de espera y de sueños,

por este desdichado, salpicado de sangre, de barba ya blanca?

Se echó sin habla en una silla,

miró lentamente a los pretendientes muertos en el suelo,

como si mirase muertos sus propios deseos.

Romeo y Julieta y Penélope son quizá los ejemplos más famosos de fidelidad, aunque, en honor a la verdad, hay que decir que Romeo y Julieta, aparte del hecho de matarse por fidelidad a la memoria del otro, apenas tuvieron tiempo para demostrarse esa fidelidad jurada. Representan más bien el amor pasional extremo. En cuanto a Penélope, sí es con justicia un ejemplo de la fidelidad, y en concreto de la fidelidad marital y sexual. Un perfecto ejemplo de fidelidad, admirado e imitado durante siglos por las perfectas esposas.

Eso sí, también sabemos que las mujeres tenían que aceptar, como Penélope y la Desdémona de Ulises, que la cosa no era recíproca: ellas sí podían ser traicionadas por los hombres.

miércoles, 6 de febrero de 2013

El gnomo de jardín.

     

 En el pequeño patio de la casa de mis abuelos hay un gnomo de esos tan típicos que adornan los jardines. Está allí desde tiempo inmemorial, no se de donde vino aunque creo que mi abuela lo recogió de donde alguien  lo habían tirado, para que pasase a mejor vida.

Yo lo recuerdo desde que era niña y con el paso de los años fui testigo de los cambios producidos en su indumentaria. En primer lugar su vestimenta original fue, chaquetilla y gorro puntiagudo, ambos de un color rojo muy vivo y su pantalón de un tono marrón oscuro. Tiene una barba blanca y rizada y en su boca una eterna pipa de bambú. En su mano derecha lleva un farol, donde en otros tiempos mi abuela metía un trozo de vela encendida y quedaba bonito, sobre todo en las letárgicas noches mediterráneas de agosto.
   
       Después, cada vez que en casa de mis abuelos se pintaban las verjas de hierro y las cercas de madera que rodeaban los parterres de flores a nuestro pequeño gnomo lo vestían con  el mismo color, supongo que para remediar los estragos del sol y que de paso, quedara a juego con lo demás. Por otra parte, eran otros tiempos y no se tiraba nada, en alguna ocasión por rebañar la lata de pintura al máximo, nuestro amigo se había quedado con su ropa a medio pintar, hasta la próxima ocasión.

      Pasaron los años, los nietos crecimos y abandonamos la vieja casa. Pasados unos años mi abuelo murió, después mi abuela. Entre todos decidimos cerrar la casa hasta ver que se hacía con ella y el pobre gnomo quedó allí solo y abandonado.
      Hoy, después de muchos años, decidí acercarme al pueblo para ver como seguía la vieja casa. Ya desde lejos pude ver su decadencia: persianas rotas, el canalón que bordea el tejado colgando de una esquina y la maleza y la mala yerba invadiéndolo todo y por dentro todo cubierto por una gruesa capa de polvo, pero entre la maleza de pronto distinguí algo rojo y brillante y cual sería mi sorpresa cuando al acercarme pude ver al viejo gnomo mas reluciente que nunca, dándome la bienvenida mientras me alumbraba el camino con su farol encendido.

Julia L. Pomposo

viernes, 1 de febrero de 2013

Cuento de Carnaval


Mi madre me regaló un libro de viajes con muchas fotografías y relatos. El que más me gustó decía que en Italia, un país del continente europeo existe una de las ciudades más bellas del mundo: Venecia. Es muy antigua. La parte que más visitan los turistas está formada por muchas islas comunicadas entre si por más de cuatrocientos puentes, ya que en vez de calles tiene canales. Para transportarse la gente utiliza unas embarcaciones llamadas góndolas. Son especiales para navegar sobre poca profundidad. Los que las conducen se llaman gondoleros.
La ciudad tiene numerosos palacios como los de los cuentos de hadas. Los frentes tienen mármoles, obras de arte realizadas con mosaicos muy pequeños, pinturas adornadas con oro y escalinatas que llegan hasta el agua. En la plaza principal, San Marcos, se encuentra la basílica dedicada al santo, un campanario y el palacio Ducal. Durante el día llegan miles de palomas que caminan y vuelan con total tranquilidad entre los turistas de todas partes del mundo.
Como Venecia es un tesoro de la humanidad la gente está muy preocupada porque, al estar construida sobre suelo muy blando, cada año se hunde un poco más. Hoy hay muchas empresas benefactoras que están trabajando para detener el hundimiento.
En esa bellísima y elegante ciudad nació en carnaval, en el año 1662. Al principio era solo una fiesta para la gente rica, aristocrática, que participaba de los juegos, diversos espectáculos y fuegos artificiales; más adelante se extendió a toda la sociedad. Las personas se cubrían el rostro con unas máscaras muy adornadas llamadas "la banta". Actualmente la fiesta dura varios días y es la mayor animación cultural y turística organizada en torno al tema de la máscara que es lo más importante del carnaval.
Cuando nació, la gente no se disfrazaba con poca ropa y muchas plumas como se usa ahora en Corrientes y Entre Ríos de Argentina o en Brasil. La vestimenta era muy elaborada, ostentosa y creativa, al igual que las máscaras. Los trajes se confeccionaban con telas de seda, oro, plata y se adornaban con encajes. Los enormes palacios lucían arañas de cristal, pinturas al fresco en paredes y cielorrasos, además de espejos y cuadros. Allí se organizaban bailes lujosos con orquestas en vivo.
Durante la noche, entre dormido, imaginé que me encontraba en uno de esos palacios vestido como un príncipe. Había muchísima gente con máscaras bellas y extrañas. Me llamó la atención la que llevaba un hombre todo vestido de negro; usaba el pelo atado atrás con una cinta también negra. Su máscara era aterradora, negra, con los bordes de las aberturas de los ojos pintadas de blanco fosforescente; tenía además una nariz larga y ganchuda. Unos dibujos como cuchilladas decoraban la frente y las mejillas. El hombre comenzó a perseguirme, yo trataba de pasar desapercibido entre los bailarines que hacían reverencias al compás de la música. Cada vez que miraba para atrás veía sus ojos, a través de los huecos de la máscara, fijos en mi. Poco a poco los personajes se fueron diluyendo. Desaparecieron como fantasmas. Hasta el hombre negro se esfumó.
A la mañana siguiente estaba seguro de que todo había sido solo un sueño. Después del desayuno le pedí a mamá unos cartones, cartulinas, tijeras, pegamento y pinturitas para fabricarme una máscara para asustar a mis amigos.

Vilma Brugueras, Argentina