Antes de entrar deja fuera tu rabia y tu ira. Bienvenido a este bosque encantado, un lugar donde podemos dar rienda suelta a ese niño que todos llevamos dentro, tienes mi permiso para dejarle salir y que haga locuras. Sumérgete en este mundo mágico de las hadas y los duendes y vuelve pronto, te esperaré agitando mis alas

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viernes, 10 de diciembre de 2021

FELICES FIESTAS

 Desde la magia de mi bosque, os deseo a todos unas felices fiestas de Navidad y Año  Nuevo. Pidamos al niño Dios que nos libre del Covid, o a los Reyes Magos que nos traigan mascarillas.



lunes, 26 de abril de 2021

El Hada y la Mendiga


 En una tierra muy lejana, se dice que había muchos árboles. Dentro de estos árboles se vivían historias; algunas grandes y otras menos grandes, pero todas ellas fabulosas y sorprendentes.

En uno de estos árboles también vivía una pequeña hada que, con el paso de los siglos, se convirtió en un hada adulta.

En la base de aquel gran árbol todas las tardes, una mujer mendiga pedía algunas monedas para comer a quienes pasaban por allí cerca.

En el pueblo vivió un hombre que era tan rico como egoísta y avaro. Un buen día, el hombre pasó cerca de la mendiga quien le pidió “algunas monedas para comprar comida” pero el hombre le negó toda ayuda y decidió no volver a tomar ese camino para evitar a la mendiga por siempre.


El hombre avaro vivía con una joven criada a quien hacía trabajar a cambio solo de un poco de ropa, un plato de comida por día y algunas monedas a la semana.

Cada vez que el hombre tenía que pasar por el lugar donde estaba la mendiga, enviaba a su criada para no tener que darle limosna, pero lo que el hombre no sabía era que la criada hacía tiempo ya que iba a visitar a la mendiga y compartía con ella el poco dinero que el hombre avaro le pagaba mensualmente.

Una noche, el hombre rico fue invitado a una fiesta en la que bebió y comió todo lo que pudo y más. Luego, de regreso a su hogar, no se percató que estaba pasando debajo del árbol donde siempre se encontraba la mendiga pero esta vez, en vez de ver a la mendiga, encontró una hermosa mujer que le invitó a continuar otra fiesta junto a otros amigos y más comida.

El hombre no dudó en continuar con la diversión e ingresó dentro del árbol. Allí se encontró con muchas personas, comida, baile y diversión, pero como no podía comer ni beber más, decidió guardar en sus bolsillos cuanto pudiera para comerlo al día siguiente.

Feliz por la doble fiesta de aquel día, se retiró de la reunión. Al llegar a su hogar quiso mostrarle a su criada aquello que había guardado para comer luego pero, tal fue su sorpresa cuando de sus bolsillos nada salió.

El hombre rico se sintió estafado y ordenó a la criada que fuese a reclamar al árbol aquello que él creía que le pertenecía: la comida y obsequios que había guardado en sus grandes bolsillos.

La criada, triste por la actitud fue hasta el árbol pero antes de llegar a éste, sintió que en sus bolsillos había algo que le pesaba. Al meter sus manos en ellos, observó que estaban llenos de oro. Entonces la joven decidió ir a compartir su nueva riqueza con la mendiga pero en su lugar, había una hermosa hada quien le dijo:

Yo he sido la mendiga a quien tanto has ayudado y por tu bondad has sido librada de la maldad de tu amo. Ahora eres libre y rica también.

 La joven no regresó nunca con el avaro hombre y vivió su vida con mucha felicidad y riqueza ayudando siempre a los más necesitados.

FIN


 

jueves, 1 de abril de 2021

La Leyenda de Horus


 Sólo existía Nun, el océano. Ni tierra, ni plantas, ni seres habitaban el planeta. Todo era agua y oscuridad. Entonces surgió el primer montículo, y gracias al soporte terrestre nació Ra, el primer dios, y comenzó la vida.

Ra creó el sol, que se levantó lentamente por el horizonte hasta iluminarlo todo. Acto seguido el gran dios nombró a Shu, y el viento comenzó a soplar. Luego mencionó el nombre de Tefnut, y comenzó a llover. El viento y la lluvia habían sido creados. Shu y Tefnut tuvieron hijos, Geb, la tierra (masculino), y por encima de él Nut, el cielo (femenino). Geb y Nut se casaron y de su unión nacieron todas las estrellas.

Shu y Tefnunt, descontentos con la relación de sus hijos, pidieron a Ra que los vigilase. Así que Ra mandó uno de sus ojos a vigilar a Geb y Nut, y cuando el ojo regresó, un nuevo ojo ocupaba su lugar. El Ojo de Ra, entristecido y lleno de pena comenzó a llorar. Así, de las lágrimas del Ojo de Ra, apareció la humanidad.

Geb y Nut, negándose a romper su unión, siguieron copulando y así nacieron Osiris, Isis, Seth, Horus (Mejentienirti) y Neftis. Y de ellos siguió apareciendo todo tipo de vida.

Ra, bajo su aspecto humano, gobernó Egipto con justicia y bondad durante miles de años, logrando la felicidad de sus súbditos. Pero el paso de los años comenzó a pesar sobre el cuerpo humano de Ra y sus súbditos comenzaron a perderle el respeto a su envejecido y debilitado rey.

A lo largo del reino se alzaron las revueltas y Ra, enfurecido, mandó a su hija Sekhmet, nacida de su Ojo, para castigarlos. La furia de la peligrosa leona se sembró a su paso, desolando con violencia y crueldad todo lo que se encontraba, llenando Egipto de plagas y pestes. Ra, apiadado de los humanos al darse cuenta de la fuerza destructora de su hija, decidió transformarla en Hathor/Bastet, diosa de la dulzura y el amor, de la medicina y la sanación.

Pero Ra seguía siendo senil, y un dios más joven tenía que ocupar su lugar. Isis, hábilmente elaboró un plan. De la baba de su abuelo Ra creó una serpiente que mordió a Ra, envenenándolo. Lleno de dolor por el veneno, Ra llamó a Isis, su sanadora, en busca de ayuda. Y ella aceptó curarlo sólo si le descubría su verdadera deidad: “Si conozco tu nombre secreto, podré curarte”.

Pues quién conociera el verdadero nombre de Ra, podría convertirse en faraón de Egipto. Y Ra le respondió que sólo se lo diría bajo la promesa que ella únicamente daría esa información a su futuro hijo, al que debía llamar Horus, y éste a su hijo, y luego a su hijo, generación tras generación.

De este modo Ra se curó e Isis obtuvo sus poderes. Ya curado y mayor, Ra se volvió al cielo, donde vigila el mundo transportando en su barca sagrada el Sol hasta que por la noche Nut se lo traga, siguiendo el viaje por el infierno hasta el nuevo amanecer. Porque Ra es el Sol, y aparece con el alba y desaparece con la oscuridad.

Y así Isis convirtió a su hijo Horus en el nuevo señor de Egipto, quién todo lo gobierna y todo lo ve.

lunes, 25 de enero de 2021

Bella y el unicornio (Leyenda celta)




 Bella era la más hermosa de todas las mujeres. Nadie podía igualarla en elegancia, en belleza. Provocaba suspiros en cualquiera que la viera pasar. Pero su corazón era frío, duro como la roca, distante, jamás ninguna emoción había hecho mella en él.

Por eso, cuando una tarde vio en el río el reflejo de un ser fabuloso, cuando vio los ojos curiosos que la miraban desde el agua, Bella se supo cautiva, hechizada, presa de sus emociones... y viva por fin. Al minuto siguiente él ya no estaba. Y aunque buscó y le llamó, no encontró a su Unicornio. Suyo, porque solo ella le conocía, solo ella le amaba, solo ella creía en él...

Desde entonces, Bella descuidó su ajuar, dejó de mimar su piel untándola de esencias, olvidó sus joyas en el fondo de sus cofres, dejó de buscarse en los espejos, de cepillar su cabello... y sus ojos azules se cubrieron con un velo de tristeza. Pero seguía sabiéndose viva...

Las gentes del lugar inventaron leyendas y fantasías que explicaban por qué cada amanecer la que seguía siendo la muchacha más hermosa de cuantas habían visto, recorría el farallón más alto, su vestido agitándose al viento, su melena enredándose y danzando alrededor de su rostro, su mirada ausente, buscando en el horizonte lo que nadie acertaba a imaginar.


Un día, al paso de un peregrino, Bella se acercó y le preguntó:

-Buen hombre, tú que llevas la sabiduría reflejada en tu rostro, y al que la experiencia de toda una vida ha dibujado arrugas en la piel, dime, ¿cómo lo puedo encontrar?

-No sé qué persigues, pero cuanto menos lo busques, más rápido lo encontrarás -fue su respuesta.

Sin embargo, Bella empezó a hilar una red con sus largos cabellos. Tejió y tejió y cierto día, cuando los hombres miraron al acantilado, vieron una inmensa tela de araña que se balanceaba al viento y cubría el acantilado entero, desde la costa hasta el confín del mar. Y allí esperaba Bella, y tras un tiempo apareció su Unicornio, trotando sobre las olas, mirándola fijamente, tal vez con desdén, tal vez con sorpresa. Y en la red de Bella quedó atrapado su Unicornio.

Ella se acercó y acarició su piel, su crin, mientras sonreía por saber suyo al Unicornio. Creyó que al caer en la red, el Unicornio no podría sino quererla siempre, como ella haría con él. Pero el Unicornio habló, habló de lo absurdo de los amores que encarcelan y esclavizan al otro...

-Aunque me apreses, ates mis movimientos o me guardes en tu sitio más secreto y protegido de tu palacio, nada obtendrás de mí. Esta red sólo consigue atrapar mi cuerpo, pero mi corazón no puede ser tu cautivo. Sólo somos capaces de querer a los demás desde nuestra libertad.

Bella, confundida, pensó que solo deseaba que llegara el día en que el unicornio fuera capaz de amarla... nada más. Y la red se deshizo instantáneamente, y el Unicornio escapó. Bella se quedó quieta, inmóvil, tanto que su cuerpo empezó a convertirse en una estatua de piedra, hermosa, sublime, la más perfecta que nadie jamás hubiera esculpido.

Desde ese día, la estatua de Bella en lo alto del acantilado ve acercarse a muchachas enamoradas que le cuentan sus sueños, sus ilusiones; a niños que juegan y danzan a su alrededor; a un joven flautista que aprendió a tocar a los pies de la estatua y que ahora deleita a todos con su música, tal vez en un vano intento de sacar a Bella de su sueño eterno.

Pero lo más sorprendente son las flores que cada amanecer, rodean la estatua y cuelgan de las manos de piedra, frescas, lindas, cubriendo con su olor y sus colores a Bella.

Cuentan que hay alguien que llega con las primeras luces del alba, se inclina reverente, con devoción casi, ante la estatua, deja descansar unos instantes su cabeza en su regazo... Y se marcha, dejando su ofrenda, corriendo veloz, galopando sobre la espuma de las olas.