Siempre según la leyenda, José de Arimatea fue uno de los trece discípulos que San Felipe envió a Inglaterra. Establecido con su familia en Glastonbury, o en Avalon según otras fuentes, fundó la primera iglesia consagrada a la Virgen donde depositó el Grial para atender a las necesidades de la Eucaristía.
Una tradición aragonesa cuenta que el grial fue guardado y utilizado por los apóstoles en Jerusalén. De allí habría pasado a Antioquía, llevado por san Pedro. Posteriormente se habría trasladado a Roma, donde fue usado por 23 papas hasta el pontificado del griego san Sixto II.
Estas leyendas se propagarón por Europa en boca de juglares y trovadores. Las más antiguas datan del siglo XII. En general, casi todas están basadas en el Evangelio apócrifo de Nicodemo y en la historia de José de Arimatea. Se habla de una copa misteriosa que contiene el elixir de la juventud y que se encuentra en un lugar inaccesible, entre abruptas montañas. Sus guardianes son los Caballeros del Santo Grial.
El Papa Sixto II (que ejerció el papado durante un año, desde 257 a 258), asustado por la persecución romana, lo envió a Huesca (España) custodiado por el joven diácono Lorenzo para que fuera escondido en las lejanas montañas de Aragón.
En el año 1424 el Cáliz habría sido trasladado al Palacio Real de Valencia por orden de Alfonso el Magnánimo, que agradecía así su ayuda al reino de Valencia en sus luchas mediterráneas. Y es en Valencia, dónde según cuenta la leyenda, se encuentra el verdadero Santo Grial.
Sin embargo, en 1809, ante la inminente llegada de las tropas francesas a Valencia , el Santo Cáliz fue llevado a Alicante y, después, a Mallorca e Ibiza, donde permaneció hasta su regreso a Valencia en 1812. Finalmente, en 1916, el entonces arzobispo de Valencia , monseñor Valeriano Menéndez Conde, junto con el cabildo de la Catedral, acordó instalar el Santo Grial en la antigua Sala Capitular de la Seo, en lugar del relicario en el que permanecía desde el siglo XV.
Según la leyenda, el Santo Grial es la copa usada por Jesucristo en la Última Cena. Se dice que quien lo encuentre recibirá poderes extraordinarios y la vida eterna.
La gente de todo los tiempos se ha quedado un poco perpleja de que esta preciosa reliquia haya originado un importante número de historias fantásticas sobre guerreros, monjes y reyes que se embarcaban en su búsqueda.