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martes, 12 de mayo de 2020

El deshollinador y la pastorcilla (Hans Christian Andersen )

  Este cuento lo dedico a Ceciely del blog DULCINEAS, espero que sea el que quería

  ¿Has visto alguna vez uno de estos armarios muy viejos, ennegrecidos por los años, adornados con tallas de volutas y follaje? Pues uno así había en una sala; era una herencia de la bisabuela, y de arriba abajo estaba adornado con tallas de rosas y tulipanes. Presentaba los arabescos más raros que quepa imaginar, y entre ellos sobresalían cabecitas de ciervo con sus cornamentas. En el centro, habían tallado un hombre de cuerpo entero; su figura era de verdad cómica, y en su cara se dibujaba una mueca, pues aquello no se podía llamar risa. Tenía patas de cabra, cuernecitos en la cabeza y una luenga barba. Los niños de la casa lo llamaban siempre el «Sargento-mayor-y-menor-mariscal-de-campo-pata-de-chivo»; era un nombre muy largo, y son bien pocos los que ostentan semejante titulo; ¡y no debió de tener poco trabajo, el que lo esculpió!        

    Y allí estaba, con la vista fija en la mesa situada debajo del espejo, en la que había una linda pastorcilla de porcelana, con zapatos dorados, el vestido graciosamente sujeto con una rosa encarnada, un dorado sombrerito en la cabeza y un báculo de pastor en la mano: era un primor. A su lado había un pequeño deshollinador, negro como el carbón, aunque asimismo de porcelana, tan fino y pulcro como otro cualquiera; lo de deshollinador sólo lo representaba: el fabricante de porcelana lo mismo hubiera podido hacer de él un príncipe, ¡qué más le daba!
    He ahí, pues, al hombrecillo con su escalera, y unas mejillas blancas y sonrosadas como las de la muchacha, lo cual no dejaba de ser un contrasentido, pues un poquito de hollín le hubiera cuadrado mejor. Estaba de pie junto a la pastora; los habían colocado allí a los dos, y, al encontrarse tan juntos, se habían enamorado. Nada había que objetar: ambos eran de la misma porcelana e igualmente frágiles.
    A su lado había aún otra figura, tres veces mayor que ellos: un viejo chino que podía agachar la cabeza. Era también de porcelana, y pretendía ser el abuelo de la zagala, aunque no estaba en situación de probarlo. Afirmaba tener autoridad sobre ella, y, en consecuencia, había aceptado, con un gesto de la cabeza, la petición que el «Sargento-mayor-y-menor-mariscal-de-campo-pata-de-chivo» le había hecho de la mano de la pastora.
-Tendrás un marido -dijo el chino a la muchacha- que estoy casi convencido, es de madera de ébano; hará de ti la «Sargentamayor-y-menor-mariscal-de-campo-pata-de-chivo». Su armario está repleto de objetos de plata, ¡y no digamos ya lo que deben contener los cajones secretos!
-¡No quiero entrar en el oscuro armario! -protestó la pastorcilla-. He oído decir que guarda en él once mujeres de porcelana.
-En este caso, tú serás la duodécima -replicó el chino-. Esta noche, en cuanto cruja el viejo armario, se celebrará la boda, ¡como yo soy chino!
E, inclinando la cabeza, se quedó dormido.
La pastorcilla, llorosa, levantó los ojos al dueño de su corazón, el deshollinador de porcelana.
-Quisiera pedirte un favor. ¿Quieres venirte conmigo por esos mundos de Dios? Aquí no podemos seguir.
-Yo quiero todo lo que tú quieras –le respondió el mocito-. Vámonos enseguida, estoy seguro de que podré sustentarte con mi trabajo.
-¡Oh, si pudiésemos bajar de la mesa sin contratiempo! -dijo ella-. Sólo me sentiré contenta cuando hayamos salido a esos mundos.
Él la tranquilizó, y le enseñó cómo tenía que colocar el piececito en las labradas esquinas y en el dorado follaje de la pata de la mesa; se sirvió de su escalera, y en un santiamén se encontraron en el suelo. Pero al mirar al armario, observaron en él una agitación; todos los ciervos esculpidos alargaban la cabeza y, levantando la cornamenta, volvían el cuello; el «Sargento-mayor-y-menor-mariscal-de-campo-pata-de-chivo» pegó un brinco y gritó al chino:
-¡Se escapan, se escapan!
Los pobrecillos, asustados, se metieron en un cajón que había debajo de la ventana.
    Había allí tres o cuatro barajas, aunque ninguna completa, y un teatrillo de títeres montado un poco a la buena de Dios. Precisamente se estaba representando una función y todas las damas, oros y corazones, tréboles y espadas, sentados en las primeras filas, se abanicaban con sus tulipanes; detrás quedaban las sotas, mostrando que tenían cabeza o, por decirlo mejor, cabezas, una arriba y otra abajo, como es costumbre en los naipes. El argumento trataba de dos enamorados que no podían ser el uno para el otro, y la pastorcilla se echó a llorar, por lo mucho que el drama se parecía al suyo.
-¡No puedo resistirlo! -exclamó-. ¡Tengo que salir del cajón!
Pero una vez volvieron a estar en el suelo y levantaron los ojos a la mesa, el viejo chino, despierto, se tambaleó con todo el cuerpo, pues por debajo de la cabeza lo tenía de una sola pieza.
-¡Que viene el viejo chino! -gritó la zagala azorada, cayendo de rodillas.
-Se me ocurre una idea -dijo el deshollinador-. ¿Y si nos metiésemos en aquella gran jarra de la esquina? Estaremos entre rosas y espliego, y si se acerca le arrojaremos sal a los ojos.
-No serviría de nada -respondió ella-. Además, sé que el chino y la jarra estuvieron prometidos, y siempre queda cierta simpatía en semejantes circunstancias. No; el único recurso es lanzarnos al mundo.
-¿De verdad te sientes con valor para hacerlo? -preguntó el deshollinador-. ¿Has pensado en lo grande que es y que nunca podremos volver a este lugar?
-Sí -afirmó ella.
El deshollinador la miró fijamente y luego dijo:
-Mi camino pasa por la chimenea. ¿De veras te sientes con ánimo para aventurarte en el horno y trepar por la tubería? Saldríamos al exterior de la chimenea; una vez allí, ya sabría yo apañármelas. Subiremos tan arriba, que no podrán alcanzarnos, y en la cima hay un orificio que sale al vasto mundo.
Y la condujo a la puerta del horno.
-¡Qué oscuridad! -exclamó ella, sin dejar de seguir a su guía por la caja del horno y por el tubo, oscuro como boca de lobo.
-Estamos ahora en la chimenea –le explicó él-. Fíjate: allá arriba brilla la más hermosa de las estrellas.
Era una estrella del cielo que les enviaba su luz, exactamente como para mostrarles el camino. Y ellos venga trepar y arrastrarse. ¡Horrible camino, y tan alto! Pero el mozo la sostenía, indicándole los mejores agarraderos para apoyar sus piececitos de porcelana. Así llegaron al borde superior de la chimenea y se sentaron en él, pues estaban muy cansados, y no sin razón.
Encima de ellos se extendía el cielo con todas sus estrellas, y a sus pies quedaban los tejados de la ciudad. Pasearon la mirada en derredor, hasta donde alcanzaron los ojos; la pobre pastorcilla jamás habla imaginado cosa semejante; reclinó la cabecita en el hombro de su deshollinador y prorrumpió en llanto, con tal vehemencia que se le saltaba el oro del cinturón.
– ¡Es demasiado! -exclamó-. No podré soportarlo, el mundo es demasiado grande. ¡Ojalá estuviese sobre la mesa, bajo el espejo! No seré feliz hasta que vuelva a encontrarme allí. Te he seguido al ancho mundo; ahora podrías devolverme al lugar de donde salimos. Lo harás, si es verdad que me quieres.
El deshollinador le recordó prudentemente el viejo chino y el «Sargento-mayor-y-menor-mariscal-de-campo-pata-de-chivo», pero ella no cesaba de sollozar y besar a su compañerito, el cual no pudo hacer otra cosa que ceder a sus súplicas, aun siendo una locura.
Y así bajaron de nuevo, no sin muchos tropiezos, por la chimenea, y se arrastraron por la tubería y el horno. No fue nada agradable.
    Una vez en la caja del horno, pegaron la oreja a la puerta para enterarse de cómo andaban las cosas en la sala. Reinaba un profundo silencio; miraron al interior y… ¡Dios mío!, el viejo chino yacía en el suelo. Se había caído de la mesa cuando trató de perseguirlos, y se rompió en tres pedazos; toda la espalda era uno de ellos, y la cabeza, rodando, había ido a parar a una esquina. El «Sargento-mayor-y-menor-mariscal-de-campo-pata-de-chivo» seguía en su puesto con aire pensativo.
-¡Horrible! -exclamó la pastorcita-. El abuelo roto a pedazos, y nosotros tenemos la culpa. ¡No lo resistiré! -y se retorcía las manos.
-Aún es posible pegarlo -dijo el deshollinador-. Pueden pegarlo muy bien, tranquilízate; si le ponen masilla en la espalda y un buen clavo en la nuca quedará como nuevo; aún nos dirá cosas desagradables.
-¿Crees? -preguntó ella. Y treparon de nuevo a la mesa.
-Ya ves lo que hemos conseguido -dijo el deshollinador-. Podíamos habernos ahorrado todas estas fatigas.
-¡Si al menos estuviese pegado el abuelo! -observó la muchacha-. ¿Costará muy caro?
Pues lo pegaron, sí señor; la familia cuidó de ello. Fue encolado por la espalda y clavado por el pescuezo, con lo cual quedó como nuevo, aunque no podía ya mover la cabeza.
-Se ha vuelto usted muy orgulloso desde que se hizo pedazos -dijo el «Sargento-mayor-y-menor-mariscal-de-campo-pata-dechivo»-. Y la verdad que no veo los motivos. ¿Me la va a dar o no?
El deshollinador y la pastorcilla dirigieron al viejo chino una mirada conmovedora, temerosos de que agachase la cabeza; pero le era imposible hacerlo, y le resultaba muy molesto tener que explicar a un extraño que llevaba un clavo en la nuca. Y de este modo siguieron viviendo juntas aquellas personitas de porcelana, bendiciendo el clavo del abuelo y queriéndose hasta que se hicieron pedazos a su vez.

32 comentarios:

  1. Qué bello cuento!!! Te agradezco infinito por la dedicatoria. Me emociono leyéndolo porque me trae recuerdos de mi niñez, cuando leía con asombro el cuento. Se me quedó tanto en la memoria, que escribí un poema en mi adolescencia "El deshollinador". En mi próximo post lo subiré. Recuerdo al joven porque sus cachetes eran bien rosados.
    La música, la excelente narración y las fotos hacen un conjunto de ensoñación.
    Mil gracias querida Julia, por esta deferencia.
    Besos mil y gracias por llevarme a ese mundo que tanto amo.

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    1. Lo he hecho de mil amores, me encantan todos los cuentos de Andersen y me alegra saber que te ha gustado, es bueno volver a sentirse niña de vez en cuando y recordar esos tiempos en que todo era sencillo y limpio.
      Besos

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  2. No conocía el cuento, Julia. Toda una aventura para esas figuras de porcelana, que no quisieron salir al mundo y se quedaron sobre la mesa por siempre. Me alegro de que a Ceciely le haya recordado su niñez. Los cuentos nos devuelven ese mundo mágico, que todos vivimos en aquella etapa, donde la imaginación era tan real como la vida misma.
    Gracias por traerlo, amiga.
    Mi abrazo y feliz noche, Julia

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    1. Gracias Mª Jesús, yo me niego a desprenderme de esa niña que llevo dentro y de vez en cuando, como Ceciely, me sumerjo en un cuento de los que hicieron nuestras delicias en la infancia.
      Muchos besos

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  3. Hola Julia!
    Entrar aquí supone un remanso de paz, leyendo el cuento y escuchando la música, tan bonito todo...
    Muchos besos

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    1. Pues me alegra mucho que te guste el blog, hace muchos años que lo tengo y lo mimo con esmero.
      Agradezco tu visita y tus palabras.
      Besos

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  4. No conocía el cuento. Es muy bonito y al final termina bien para la parejita, aunque no tanto para el pobre abuelo.
    Un abrazo, julia

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    1. Los cuentos de Andersen son todos muy tiernos y sentimentales. aunque tengan esa nota de tristeza que los caracteriza.
      Gracias por pasar.
      Besos

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  5. No conocía este cuento y me ha llenado de la magia inocente que ellos tienen, por minutos se olvida todo y bebes con emoción lo que estás leyendo. Gracias por tus palabras hacia mi pequeña Sigrid.

    Desde el corazón, un abrazo.

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    1. Es que todos llevamos un niño dentro y cuando le tocas la fibra, sale al exterior y eso es bonito, recordar la infancia es reconfortante y aprende una a valorar lo perdido.
      Besos

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  6. Hola tesoro:los cuentos siempre me gustaron mucho pero llevo una mala temporada ,PENAS SALGO DE CASA Y LOS CHICOS EMPIEZAN AHORA ...ES TREMENDO COMO ESTA EL MUNDO .
    veremos si la próxima vez me encuentro mas animada e incluso escribo algo nuevo.bueno bonita besitos ...

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    1. Hola Marina, yo también he estado mala y de ahí mi retraso en contestar a los comentarios vuestros, espero que me disculpéis.
      Tienes que levantar el ánimo mi niña y salir de ese pozo en el que te metes, no te hace ningún bien. Me gustaría mucho conocerte personalmente, a ver si algún día puede ser.
      Besos

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  7. Fijate no habia oido hablar de este cuento,
    que bonita es la magia y tu musica lo es.

    Besitos dulces
    Siby

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    1. Gracias Siby, me alegra que te guste el blog. La música es el tema musical de la película El Nuevo Mundo y es muy relajante.
      Gracias por la visita y siento el retraso en contestar, problemas de salud.
      Besos

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  8. Hola Julia bonito cuento pero la visa abuela ya tenia su pequeña colección de cuernecitos en el armario pues parece ser que los cuernos vienen de hace muchos años.Un abrazo y a cuidarse

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    1. Si es verdad, los ingleses lo usan como amuleto de buena suerte, al menos cuando yo vivía en Gibraltar los ingleses solían poner unos cuernos pequeñitos arriba de las puertas de entrada a las casas. Cuídate mucho y gracias por la visita.
      Un abrazo

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  9. Hola Julia, espero que estés bien, yo llevo tiempo sin publicar. Me gustan muchos los cuento pero este en particular no lo conocía. Todo cuento es la interpretación que llevamos dentro. Al fusionarse experimentamos felicidad y satisfacción. Y al mismo tiempo hace que nos olvidemos de la vida real, por un momento.
    Cuídate, besos.

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    1. Hola Cristina, ya he notado que no publicas mucho, espero que no sea por problemas de salud.
      Los cuentos siempre nos devuelven a esa niñez pasada pero no olvidada. Me alegra que te haya gustado.
      Besos

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  10. Me quedo con esta versión de la princesa y el deshollinador de Anderson.UN abrazo. Carlos

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    1. Julia, ya encontré el otro cuento del que te hablaba, "El pájaro azul", tiene un mensaje estupendo.
      He dejado un poemita antiguo sobre este cuento y te lo he dedicado. No he querido dejar al deshollinador con deseos de conocer el mundo exterior y, en mi poema, le he hecho cumplir su sueño.
      Deseando estés bien, un abrazo grande.

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  11. Vengo del blog de nuestra común amiga, Ceciely, y me alegro mucho de haber llegado a tu espacio, ya que he pasado un agradable rato leyendo tu bonito cuento y disfrutando de la relajante música que pones de fondo.
    Gracias, por tu buen hacer.
    Un cordial saludo.

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    1. Hola Manuel. Bienvenido a mi bosque, espero que te hayas sentido cómodo paseando por él. Ahora me copio tu enlace de tu blog para seguirte mejor.
      Gracias por comentar-
      Abrazos

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  12. Hola amiga ,tu blog es hermoso, agradezco mucho tus palabras de cariño e elogios a mis versos, yo llevo mala temporada y publico poco ,ayer tenía muy baja la tensión y me quita el humor para escribir.
    Veremos so esto pasa y se alegran hasta los hijos .
    Perdona cariño que no me alargue ,esperemos unos días. Besitos

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    1. Agradezco mucho tu visita precisamente porque se que no estás bien y es un esfuerzo para ti. Sigue cuidándote y escribe cuando te apetezca.
      Besos

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  13. ¡Como he disfrutado leyendo el cuento amiga! Gracias por traernos bonitos recuerdos.

    Abrazos.

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    1. A todos y todas nos agrada volver a la niñez de vez en cuando y para eso, nada mejor que leer u cuento.
      Besitos

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  14. Del Titán y gran autoridad sobre los cuentos de hadas, eh. Muy bien.

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  15. Vengo a tu espacio, por la recomendación de nuestra amiga común Ceciely. Cosa que me ha alegrado, ya que me ha gustado la historia de principio hasta el final.

    Eres una gran narradora. Te felicito por ello.

    Ha sido muy agradable visitar tu blog.

    Besos

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