Hace muchos años, en los bosques del sur de Chile vivía una hermosa niña llamada Rayén. Ella amaba a Maitú, el guerrero más valiente de su tribu. Habían sido prometidos en matrimonio por sus padres cuando eran niños.
Un día en primavera, Maitú partió con los hombres del pueblo, a luchar en una batalla a orillas del río Toltén.
Rayén estaba muy triste. Como era habitual,cada vez que Maitú se ausentaba; Rayén subía al pino más alto del bosque. Desde allí podía observar el polvo que levantaban los guerreros en el combate y cuando regresaban, salía a su encuentro.
Pero esa mañana no vio nada y su marido no volvió. Rayén lloraba de pena en el bosque derramando muchas lágrimas que se convirtieron en flores de sangre.
Colgando de los árboles altos y pequeños, se tiraron a los pies de la niña, diciéndole que con su pena les dio la vida y ellas le darían la alegría.
Es así, que la hermosa Rayén se tendió y una alfombra roja salió volando por los cielos. Era la india que iba al encuentro de Maitú.
Desde entonces florecen los copihues recordando el dolor de la mapuche y el valor del guerrero que lucha hasta morir.
Un día en primavera, Maitú partió con los hombres del pueblo, a luchar en una batalla a orillas del río Toltén.
Rayén estaba muy triste. Como era habitual,cada vez que Maitú se ausentaba; Rayén subía al pino más alto del bosque. Desde allí podía observar el polvo que levantaban los guerreros en el combate y cuando regresaban, salía a su encuentro.
Pero esa mañana no vio nada y su marido no volvió. Rayén lloraba de pena en el bosque derramando muchas lágrimas que se convirtieron en flores de sangre.
Colgando de los árboles altos y pequeños, se tiraron a los pies de la niña, diciéndole que con su pena les dio la vida y ellas le darían la alegría.
Es así, que la hermosa Rayén se tendió y una alfombra roja salió volando por los cielos. Era la india que iba al encuentro de Maitú.
Desde entonces florecen los copihues recordando el dolor de la mapuche y el valor del guerrero que lucha hasta morir.